Hoy toca lección de finanzas personales.
¿Facturación o beneficio?
De un tiempo a esta parte, se ha puesto muy de moda hablar de facturación entre los emprendedores (no empresarios).
Si algo te importa mi opinión, que no debería, esto ocurre por dos motivos:
1) Te intentan engañar:
Decir «yo facturo 100.000 pavos» suena muy guay.
Pero show me the money.
Cuando Elon compró Twitter, la empresa facturaba millones… pero perdía dinero.
2) Son modelos no escalables de servicios intelectuales.
Cuando yo era traductor, mi facturación equivalía a mi beneficio.
Cero gastos en publicidad, hoteles, mercancías, sueldos…
Solo yo, en pijama desde mi cuarto, vendiendo mi tiempo y mi cerebro (que acababa frito cada día).
¿Entonces qué importa? ¿El beneficio?
Ni siquiera.
Tú puedes tener 100.000 euros anuales de beneficios pero si te los fundes en imbecilidades, el año que viene estarás tan pelado como este.
¿Qué importa entonces?
Lo que te queda al final del todo.
El ahorro.
El patrimonio.
El patrimonio es el tercer nivel de las finanzas personales.
Indica que eres un adulto que no se ventila cada euro que cae en sus manos.
El patrimonio genera rentas.
Da libertad.
Es el juego de los mayores.
Si tienes un sueldo de 25.000 euros, al final de tu vida laboral habrás ganado un millonaco.
¿Serás millonario o más bien un jubileta amargado manifestándose para que suban 3 euros la pensión mínima?
La mayoría, lo segundo.
Amasar patrimonio es difícil.
Especialmente al principio.
«The first 100k are a real bitch» – Charlie Munger (un tío con muchos billetes)
Los primeros 100.000 son jodidos de cojones.
Al alcanzarlos, todo se vuelve más fácil.
Pero las primeras seis cifras… joder, cómo se le resisten a la peña.
Pues desde hoy van a ser un poco más fáciles.
Si estás dentro de mi lista de correo, pronto te enterarás de por qué.
Y si no, este es el momento de entrar.
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