
1. Los gestores también suelen ser accionistas
La razón fundamental para que una empresa se interese por su propia cotización es que sus directivos también sean accionistas de la empresa. Poca explicación merece esta razón: Si los peces gordos de tu empresa no son simples empleados que cobran un sueldo sino que además son tus socios, que la cotización suba les beneficia tanto como a ti.
De hecho, una de las máximas del value investing es que los gestores de la empresa tengan cuantas más acciones mejor. La mayoría de la riqueza de Mark Zuckerberg son acciones de Facebook, así que si tú tienes acciones de esta empresa sabes que el tipo se esforzará todo lo posible en que suban.
2. Los dueños mandan
Aquí va otra de las máximas del value investing: el accionista es propietario de la empresa. Comprar acciones no es apostar a rojo o negro en la ruleta. Una apuesta no tiene ningún valor que la respalde. Las acciones son certificados de propiedad, tan válidos como las escrituras de tu apartamento.
¿Eso qué significa? Que los accionistas, dueños de la compañía, pueden despedir a los directivos si consideran que no están haciendo una labor adecuada. Incluso en el caso de que los accionistas minoritarios no tengan poder suficiente, habrá un accionista mayoritario que, por razones evidentes, tiene los mismos intereses: que el valor de sus acciones crezca para que, a largo plazo, el mercado lo reconozca con las cotizaciones.
Los accionistas minoritarios de Inditex nunca podrían despedir a Pablo Isla, pero Amancio Ortega no se quedará parado si su participación del 60% cae significativamente.
3. Financiación
Una cotización generosa es ideal para la empresa porque le otorga más posibilidades de financiación.
Cuando el mercado está en equilibrio, la financiación mediante recursos propios (es decir, emitiendo acciones) es más cara que la emisión con deuda. Por eso los bonos de las empresas rinden un 3-4% y a las acciones les exiges como mínimo un 6% de rentabilidad.
Sin embargo, en ciertas ocasiones este equilibrio de rentabilidades puede alterarse. Si la cotización de una empresa es generosa, pongamos por caso 30 euros por acción para unos beneficios estables de 1 euro, es más interesante emitir acciones que ir a pedirle dinero al banco si este quiere un 5% de intereses.
Al emitir acciones a esos precios, la empresa pagará 1 euro anual por cada 30 recaudados. Si el dinero se lo presta el banco al 5%, tendrá que pagar 1,5 euros por cada 30 recaudados. Si la cotización fuese más barata (es decir, el mercado exigiese más rentabilidad a la empresa), no quedaría más remedio que aceptar el 5% que pide el banco.
Por esta razón, no es de extrañar que la mayoría de OPV se realicen cuando el mercado está generoso. Fíjate en el gráfico, los años de más euforia bursátil es cuando más empresas intentan vender acciones. En los años de crisis no hay muchas por ahí pidiendo dinero.
4. El pez grande se come al pequeño
Una particularidad de las empresas cotizadas es que cualquiera las puede comprar desde casa, ¡la competencia también! Nadie puede comprar mi restaurante si no cotiza en bolsa, yo tengo el 100% de las acciones y decido si vendo o no.
Ahora bien, si saco el 80% de mi restaurante a bolsa y me quedo con el 20% de las acciones, pierdo el control. La mayoría de las acciones estarán en manos de otros accionistas y, si la cotización cae demasiado de precio, el cabrón que tiene el restaurante de la calle de atrás tendrá suficiente dinero para comprárselas.
Y si ese tío consigue el 51% de las acciones… se me acabó lo de ser el presidente y dirigir el destino de la empresa que fundé. Así que, como gestor que soy, haré todo lo posible para que la cotización no caiga y nadie pueda comprar una posición mayoritaria.
5. Acciones en autocartera
Muchas empresas, como Bershire, Coca-Cola o Apple, recompran sus propias acciones cuando consideran que están baratas. Es una forma de «cuidar» la cotización y remunerar al accionista (al haber menos acciones en circulación, el beneficio por acción crece incluso si el beneficio de la empresa se estanca).
La segunda parte de la jugada es la otra cara del punto 4: «El pez grande se come al pequeño». Si las acciones de una de estas compañías se ponen carísimas, tendrán la oportunidad de:
- Vender las acciones que tienen en autocartera (las que recompraron a buen precio).
- Emitir unas pocas acciones al precio actual.
¿Y qué pueden hacer con este dinero? Exacto, ir a comprar esas acciones de la competencia cuando están baratas.
En resumen…
Cualquier empresa tiene interés (o debería tenerlo) en la evolución de su propia cotización, ya que razones no faltan. Eso no quiere decir que debas descuidar este punto a la hora de invertir asumiendo que los que llevan las riendas son gente responsable. Para cubrirte las espaldas, asegúrate de que los gestores de la empresa no son simples empleados con un gran sueldo, sino que también son accionistas. Y si ganan más gracias a sus acciones que a su sueldo, ¡mejor que mejor!
Buen artículo. De los cinco argumentos que has dado, mi favorito es el 1. Porque si los gestores tienen acciones les interesará mucho que suban esas acciones.
También me gustaría comentar que al fin y al cabo el trabajo de cualquier trabajador de una empresa es ese, el de hacer crecer el precio de las acciones.